La estigmatización de la depresión

Cuantas veces en la vida hemos escuchado decir: “estoy deprimido”, “ya no tengo fuerzas para vivir”, “la vida no tiene sentido”, “siento un vacío dentro de mi” y cuantas otras hemos escuchado en contraparte (o lo hemos dicho nosotros): “vamos, anímate”, “todo depende de ti”,  “lo que pasa es que no estas enfocado”, entre otras frases que lo único que han hecho es minimizar los sentimientos del otro, o en todo caso minimizar el problema central, produciendo en el oyente una sensación de incomprensión y creando una etiqueta de “débil” hacia la persona que está padeciendo este estado.

La depresión no es sentirse un poco triste o apagado, sino más bien es una patología compleja, que requiere un tratamiento especializado, a nivel cognitivo (de pensamiento) mediante prácticas psicoterapéuticas y en muchos casos a nivel físico-orgánico mediante psicofármacos o llamado tratamiento psiquiátrico.

Los síntomas pueden variar, sin embargo comprenden: sensación de tristeza, desesperanza, vacío interior, disminución de placer por las actividades del día a día (y casi todos los días), desbalance en el peso (perdida o aumento), insomnio diario, agitaciones frecuentes, fatiga, sentimientos de inutilidad, perdida de la capacidad de concentración, dificultades en la toma de decisiones (simples o complejas) y en algunos casos pensamientos de muerte o deseo de la misma, siempre con una duración de más de dos semanas, dichos síntomas crean daños en las relaciones sociales, laborales y familiares del paciente, por lo cual genera un deterioro a nivel intrínseco (dentro) y extrínseco (fuera).

Es por ello que los consejos interpersonales y el acompañamiento de amigos y familiares es necesario, pero insuficiente, por lo cual es imprescindible acudir a ayuda especializada, pues no se trata de que la persona sea débil, o que no esté motivada, o que quiera comportarse de tal o cual forma, sino que se trata de un trastorno que afecta todas las dimensiones de la persona, su dimensión psíquica, física, social e incluso espiritual.

Lic. José Luis Riojas Luna
Psicólogo.

Qué es la dependencia emocional? Es un estado de apego, poco funcional, en donde la persona trata de llenar sus vacíos afectivos y existenciales por medio del afecto de la persona amada, dejando de lado sus propias necesidades, prioridades, objetivos y demás componentes personales y enfocando su vida a complacer al otro, con la intención de retener y perpetuar el amor que le brinda.
Desde esta perspectiva podría ser difícil para el dependiente identificar su condición, pues por lo general disfraza su dependencia justificándola con el supuesto sentimiento de amor. Pero, ¿Cómo identificar si los lazos que nos unen con la pareja son de amor o de dependencia? Para responder a este interrogante debemos citar algunas características de la dependencia emocional: necesidad extrema de la presencia de la persona amada, al no producirse se siente malestares propios de la abstinencia (ansiedad, intranquilidad, apatía, tristeza, enojo, entre otros); miedos constantes e irracionales frente a la posibilidad de abandono, aun si este miedo sea infundado; reducción radical de las actividades personales en pos de estar con la pareja; comportamiento de control sobre la pareja por miedo a perderla; disposición a la sumisión absoluta para evitar la posibilidad de perder el objeto de obsesión; incapacidad de terminar la relación afectiva, así exista conciencia del daño que se genera hacia sí mismo o hacia la pareja; perdida de la autonomía personal, la libertad individual se ve coaccionada por la dependencia, en ambos sentido, tanto de parte del dependiente hacia el codependiente y viceversa.
Pero, ¿Cuál es el origen de la dependencia emocional? Existen múltiples causales para que una persona experimente dependencia emocional, como puede ser: la baja autoestima acompañada de sentimientos de inferioridad, por lo cual la persona piensa que nadie más le puede amar o generar amor; la experiencia de abandonos pasados (sobre todo en la infancia) por lo cual la persona no desea volver a enfrentar la experiencia y hará lo que fuera para evitarlo; escaza madurez emocional acompañada de inseguridad, entre otros factores precipitantes.
Continuara……

Lic. José Luis Riojas Luna

Psicólogo.

¿ESTAS DECIDIDO A PERDONAR?

El Perdón es un concepto que ha estado presente en todas religiones desde el principio de los tiempos, pero el significado profundo de lo que implica perdonar se nos escapa a menudo, ya que nuestras creencias y emociones por el daño percibido hacen que el dolor, el resentimiento y la sensación de injusticia lo bloquee.

Es común escuchar “Perdono, pero no olvido “, que por lo general conlleva una gran carga de resentimiento que esconde un no perdono. Perdonar es aceptar y aceptar no es olvidar. ¿Cómo decirle a tu inconsciente “oye, olvida esta experiencia porque así lo he decidido”? eso es imposible ya que todo se registra, pero lo que sí puedes hacer es quitarle la carga emocional negativa, reprogramar la experiencia y convertirla en aprendizaje.

Mientras no perdones te será imposible encontrar el verdadero aprendizaje de la experiencia, pues al mantenerte en un estado de victima te niegas el don más preciado de la existencia, la posibilidad de responsabilizarte de tu vida y de darte cuenta de que eres el único creador de ella y por tanto infinitamente poderoso.

Perdonar más que una acción es un acto de conciencia que nos hace descubrir un sentido más profundo de la existencia e ir en pos de la libertad que se adquiere al aplicarlo.

Perdonar es una decisión que requiere de mucha paciencia, aceptación y perseverancia.

Si lográramos no esperar que los otros se comporten como consideramos que tendrían que hacerlo, ya no necesitaríamos perdonar pues nos haríamos cargo de nuestra vida. Perdonar no significa dar por sentado que esa persona va a ser como tú quieres, sino que decides liberarte de lo que te hace daño y de lo que evita tu paz interior.

Con esto no negamos que haya personas que actúen con deslealtad e injusticia, pero es un asunto que les compete exclusivamente a ellos y nosotros debemos intentar no involucrarnos en su problemática y convertirnos en víctimas. Tampoco significa permitirles cualquier cosa, sino permanecer libres de emociones que nos perjudiquen, como la ira, la cólera, el resentimiento o la impotencia e intentar siempre actuar de forma compasiva y benevolente, tanto hacia nosotros mismos, ellos y en general la humanidad.

Las consecuencias de vivir con rencor son muchas y no vale pagar ese precio. Nosotros somos seres de energía; cada acto, cada pensamiento y cada emoción solo la merman. ¿Imaginas cuanta energía malgastas pensando constantemente en el daño que te causaron y esperar justicia divina?

Todo pensamiento, emoción y acción tiene una vibración: las más sutiles como Amor, compasión, alegría o felicidad nos llena de una energía grandiosa, elevada; en cambio las vibraciones densas como odio, cólera, resentimiento o frustración nos cargan de energías pesadas que nos debilitan. Un ejemplo: cuando pensamos una y otra vez en algún problema para el que no encontramos solución, al final del día nos encontramos exhaustos, cansados, deprimidos y ansiosos inclusive con dolor de cabeza, cuerpo , espalda , etc. Por el contrario; si estamos enamorados y somos correspondidos pareciera que volamos.

Asimismo, es vital ser compasivos y amorosos consigo mismos. Somos seres humanos y estamos en esta vida para aprender, lo que implica fallar una y otra vez. Si no estamos dispuestos a perdonarnos ¿quién podrá ayudarnos? Somos tan estrictos e inflexibles con nuestra propia humanidad, que por miedo a fallar no nos permitimos vivir en plenitud. Es una decisión que debes tomar si quieres ser realmente feliz. Persistir y no claudicar. Amate y sé compasivo y amoroso contigo mismo, con ese niño que está dentro de ti pidiendo a gritos que le aceptes tal y como es.

Tomar la decisión de perdonar y perdonarnos nos llevará al fluir de la vida, a la libertad, la paz interior y la felicidad verdadera. Cada fibra de nuestro Ser tiene que comprender que nuestra felicidad depende exclusivamente de nosotros mismos.

Gracias a todos por estar en mi camino.

Lic. Martha del Castillo C.
Psicóloga.